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martes, 24 de junio de 2014

EL MENEÍTO DE LA NUEVA TROVA

A quien intente convertir la música cubana
en un juguete de sus intereses,
le espera el fracaso.
Inscripción aparecida en una de las paredes de las cuevas de Altamira.
Se supone que la grabó allí un hombre de Neardental.
O sea, que se trata de una verdad
que ya era conocida en el Paleolítico Superior.
Y sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX,
hubo gente que la ignoró
y pretendió pasársela por el forro.
Y, como era de esperar, se escachó.

    Es lícito y comprensible que un artista defienda sus ideas a través de su obra. Lo que no es de recibo es que tape bocas o conspire para que otros no se expresen o desarrollen su creatividad.
    ¿Alguien se imagina a Ñico Saquito, Miguel Matamoros y Arsenio Rodríguez urdiendo un chanchullo para borrar del mapa musical cubano a Ernesto Lecuona por no ser un sonero?

ABRE QUE VOY
    Cuando escribo este texto, a 41 años de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova y a casi 28 del momento en que se disolvió como institución para integrarse en la Asociación Hermanos Saíz, circulan por Internet una serie de artículos y documentos laudatorios dedicados a realzar el aporte que el MNT hizo a la cultura cubana, categorizando a éste como una especie de sol maravilloso que llegó para iluminarla y enriquecerla. Al mismo tiempo, los autores de dichos textos evitan, cuidadosa y sistemáticamente, mencionar las manchas que tuvo dicho sol.

    Al leer esos materiales, he llegado a preguntarme "¿estarán hablando de la misma nueva trova que yo conocí? ¿Habrá existido más de una?
    Por causas generacionales y circunstanciales, me tocó ser testigo directo del novatrovismo. Por causas profesionales, de cierta manera, lo sufrí. Así que me he sentido tentado a decir algo al respecto, a recordar cosas que ocurrieron y que no es correcto que se oculten o se olviden.
    Abre que voy, cuidao con los callos.

LOS UNOS Y LOS OTROS
    Entre los 60 y los 80 del siglo pasado, período que va desde los primeros pasos de la NT hasta su apogeo, en ella y su periferia coexistían autores ubicados en un ancho abanico creativo. En un extremo se hallaban unos pocos que han dejado su huella en forma de algunas obras mayores y perdurables, en el centro un montón con buen nivel que se expresaron con piezas de relevancia puntual y en la otra punta una caterva de regulares o decididamente flojiñanes. Entre estos últimos, aquellos insufribles que soñaban con salir del anonimato y para ello luchaban día y noche con los medios de que disponían: su inderrotable persistencia, sus ripios indigeribles, sus melodías intarareables, sus voces de grillos maromeros y sus guitarras desafinadas.
    Nada extraño. Este panorama es el que se aprecia dentro de cualquier grupo que se concentra por afinidad alrededor de una idea o género musical.


DALE REWIND HASTA DONDE DICE “CANCIÓN PROTESTA”
    Desde mediados de siglo XX, se desarrolló con fuerza en distintos países un interesante movimiento musical y poético, el de la llamada "nueva canción" o "canción protesta". Estuvo protagonizado por cantautores que se apartaron de algunos moldes de la música comercial y mostraron en sus obras, claramente comprometidas con una visión de izquierdas, las llagas e injusticias del sistema político, económico y social que sufrían millones de personas en todos los continentes.
    Es muy probable que esta corriente impugnadora fuese el detonante, el ejemplo a seguir para un grupo de jóvenes trovadores cubanos, quienes comenzaron a usar los parámetros de la canción social internacional para expresar sus inquietudes locales.
    Yo tenía menos de 30 por entonces y era uno más de los inmersos en la marea de los que creían a ciegas en “la revolución socialista, solidaria, justiciera, igualitaria, humanista, antiimperialista, martiana, marxista, etc. que derrotó a la dictadura y nos devolvió la dignidad y la libertad”, la misma que, como recompensa por entregarle unos añitos de sacrificios y esfuerzo colectivo y personal, nos llevarían de la mano y corriendo hacia el más alto escalón de la especie humana (o quizás, ya puestos a ello, a un sitio que estaba por encima de lo más alto).
    La nueva Cuba, “faro de América y esperanza del mundo”, transitaba por su primera década de transformaciones. Resultaba lógico que algunos mecanismos no estuviesen ajustados aún y se presentaran situaciones y actitudes criticables que necesitaban ser señaladas y expuestas a la luz pública para con ello abrir las posibilidades de que fuesen corregidas.

    Y, de pronto, brotaron ellos, los que estábamos esperando, los que guitarra en mano iban a sacudir la mata cantando.
    La aparición del núcleo inicial de la nueva trova (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola) nos impactó y de qué manera. Eran juglares frescos y limpios que cantaban al amor con unos textos mucho más elaborados que los habituales, que reflejaban las hazañas de los héroes y mártires que colgaban de nuestras paredes y que embestían contra lo que se hacía mal y contra la burocracia, el oportunismo, el favoritismo, el egoísmo y otros defectos y taras que nublaban la senda hacia la sociedad que nos esperaba más temprano que tarde: la perfecta.
    El cogollo se fue ampliando: Eduardo Ramos, Sergio Vitier, Martín Rojas, Vicente Feliú, Omara Portuondo... Al principio una pandillita; después una comparsa de gente con mayor o menor talento y fortuna. A finales de los 60 ya eran una pila, con unas patrones creativos muy específicos que les hacían ser reconocidos como una corriente, una tendencia, una ola.
    Con sus canciones amorosas y con sus apologías a la revolución nunca hubo problemas. Pero con sus expresiones inconformistas, aunque se llenaran de metáforas poco comprensibles y versos ambiguos, el tiro era más corto. Viví de cerca la marginalidad en que se movieron estas últimas. Arropadas por pequeñas audiencias juveniles sentadas en el suelo, se cantaban en azoteas, salas de apartamentos o parques más bien oscuros. También, a veces, en la universidad, en salones de actos y en la Casa de las Américas. En medios de difusión masiva, todos de carácter oficial, nada o casi nada que pudiese ser interpretado como crítica.

UNA SUGERENCIA PARA CUALQUIER TARDE TONTA
    A veces, en alguna de esas tardes tontas que todos tenemos, me he preguntado qué hubiera ocurrido si los talentosos novatroveros originales se hubiesen dedicado a desarrollar sus capacidades de creación fuera del contexto asfixiante del gobierno cubano.
    Si hubieran tenido el coraje necesario para ser revolucionarios de verdad, de los insobornables e íntegros, para conservar su independencia y expresarse con total libertad, ya que de eso precisamente se trataba: de la lucha por la libertad,
    si no hubiesen dado como cierta la trola de que vapulear lo que había que vapulear era pasarse a las filas de la CIA,
    si hubieran respondido con un no rotundo al primero que les propuso que les “atendiera” la Unión de Jóvenes Comunistas,
    si le hubiesen dicho a Haydée Santamaría “gracias, señora, por la guitarra que me regala pero la aceptaré sólo si me deja tocar con ella lo que le guste a usted y lo que no le guste”,
    si el Grupo de Experimentación Sonora se hubiera creado, como tantos otros grupos, fuera del ICAIC de Alfredo Guevara,
    si el día que les prohibieron la primera canción en la radio o en la tele hubiesen firmado un documento público contra el ICRT tan contundente y agresivo como la carta que dirigieron en 1980 a Mike Porcel,
    si nunca hubiesen caído en la trampa que fue el MNT…
    ¿Qué hubiese pasado?

    Parece una planteamiento utópico, una fantasía irrealizable. Pero desde los años 60, la efervescencia social que se vivía en muchos países estuvo reflejada en las obras de infinidad de cantautores izquierdosos y protestones, que echaron palante sus carreras sin las injerencias de sus gobernantes, grabaron discos sin que alguien les pusiera una mordaza en la boca, dijeron y gritaron lo que entendieron que tenían que decir y gritar aunque la represión siempre trató de acojonarles y más de uno recibió pescozones y apechugó períodos en la cárcel.
    Revisen este impresionante lineup: Paco Ibañez, Joan Manuel Serrat, Atahualpa Yupanqui, Luis Eduardo Aute, Albert Pla, Víctor Manuel, José Antonio Labordeta, Violeta Parra y sus hijos, Raimon, Joaquín Sabina, Carlos Cano, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, los de Inti Illimani y Quilapayún, Soledad Bravo, Chico Buarque, Facundo Cabral… ¿Tengo que seguir con la lista?

    A ustedes, que me están leyendo porque este tema les interesa, les invito a preguntarse también “¿qué hubiese pasado?”. Es un pasatiempo ideal para echar a volar la imaginación en cualquiera de esas tardes tontas que todos tenemos.

OJO: VOY A REFERIRME A LA ENORME MAYORÍA DE ELLOS
    Lo de la canción protesta en sí, entendida como reproche a lo mal hecho en Cuba, duró lo que una bandeja de bocaditos en una recepción de la UNEAC. En un tiempo más bien corto, la gran mayoría de los novatroveros abandonaron el entorno siempre peligroso de la disconformidad y el descontento y dejaron de cuestionar aspectos de la vida cotidiana nacional.
    O sea, se traicionaron a sí mismos. Y traicionaron a quienes, en la ingenuidad de los primeros años, fuimos sus seguidores porque pensábamos que lo de la canción protesta no era una simple etiqueta promocional y que ellos, tan puros y tan sin compromisos, estaban destinados a ser los Pepito Grillo que ya estaban necesitando unos cuantos Pinochos criollos a los que la nariz les crecía cada vez que hablaban.
    Cada vez que se sentaron a componer, en sus mentes debe haber revoloteado el siguiente llamamiento o uno muy similar:
    "¡Arriba, compañeros trovadores! Soldados de los acordes, milicianos de la poesía, atiendan acá: es tiempo de marchar todos unidos como un solo hombre, de combatir al imperialismo que nos quiere destruir. Más adelante, cuando derrotemos a los malos, ya llegará el momento de componer y dar a conocer cancioncitas que aireen nuestros problemas y defectos".
    Por un milagroso y rápido proceso de metamorfosis –que nunca pude comprender completamente- casi todos mutaron de rebeldes que protestaban a sumisos que aplaudían y se convirtieron en dóciles adalides de la alabanza al gobierno, promotores de la canción “única y verdadera” que se planteaba no podía ser sino comprometida con los puntos de vista de quienes bajaban orientaciones desde los despachos de la Plaza de la Revolución.
    Parapetándose tras argumentos que resultaban válidos para una sociedad mayoritariamente simpatizante del proceso revolucionario, como Vietnam, el culto a los inmolados y la solidaridad con las causas populares latinoamericanas, casi todos ellos –con poquísimas excepciones- se sintieron cómodos en su papel de voceros, poniendo sus guitarras al servicio de las campañas del partido único y se dedicaron a vendernos la moto defectuosa de la propaganda oficial.
    Una vez transformados en representantes del sistema, aparecieron padrinos que les abrieron de par en par las puertas de los espacios públicos, el cine, la radio y la televisión.
    Para darle credibilidad a sus mensajes se buscaron un look austero, acorde con la libreta de abastecimiento. La mayoría abominó del maquillaje y el glamour y construyó su imagen a base de pelambres más o menos desordenadas, botas cañeras –si usadas, mejor- y prendas de mezclilla. Quien no asumía sus principios de apoyo incondicional al régimen y su aspecto tirando a descuidado, se quedaba fuera de la foto. Con esos pertrechos arremetieron, como si no hubiese otra cosa mejor que hacer, contra los trajes, las corbatas, los vestidos largos, las joyas y las lentejuelas, "terribles armas de destrucción masiva al servicio del diversionismo ideológico".

PARÉNTESIS
    Desde sus primeros tiempos en el poder, las autoridades que se autoproclamaban socialistas ejercieron el control total de la población a través de una serie de asociaciones e instituciones afines creadas para garantizar la ortodoxia dentro de la sociedad y supervisar su fidelidad. Ya lo había afirmado Quientúsabes en 1961: “Dentro de lo que yo entiendo por la revolución, todo; fuera de ella, ni se te ocurra”.
    Los campesinos en la ANAP, las mujeres en la FMC, los vecinos en los CDR, los estudiantes en la FEEM… Si los criadores y admiradores de moscas cojoneras hubieran querido reunirse para intercambiar sus experiencias, habrían tenido que organizarse en la ACFCPC, Asociación Cubana de Fomento de la Cultura de la Pseudolynchia Canariensis, diseñar unos estatutos en los que se recogiera su apoyo a la revolución, solicitar una autorización para funcionar y elegir una Junta Directiva compuesta por gente de absoluta integración, presidida por un militante del partido. Y además, requisito indispensable, desfilar el Primero de Mayo con un cartel en el que se viera a su querido insecto gritando ¡Viva Fidel!.
    En 1972 ya la comparsa novatrovera había adquirido entidad y tamaño suficiente y se consideró que para tenerla bien controladita, lo mejor era oficializarla y meterla en el carril por donde circulaban los filatélicos, los ajedrecistas, los ciegos y otros colectivos. El 2 de diciembre de aquel año, nace el Movimiento de la Nueva Trova.

EL NO VA MÁS
    A mediados de los 70, el novatrovismo había perdido la lozanía, el encanto y la audacia que tuvo cuando la palabra movimiento se escribía con m minúscula.
    Lo que en un principio fue algo innovador, abierto y atractivo, se había convertido en un sitio de puertas y ventanas cerradas a cal y canto, en el que solo en contadas ocasiones se filtraba el aire fresco de la creatividad sin barreras que había sido su seña de identidad.
    El MNT, institucionalizado, era un ente administrativo tan poderoso como intocable, una estructura con delegaciones en todas las provincias, muy protegida por las autoridades culturales y políticas, en la que se había nucleado una masa de guitarreros que aparecieron por toda la isla como lombrices cuando alguien levanta una piedra.
    Gracias a una calculada y sobre todo constante campaña promocional, se había hecho creer a mucha gente que el MNT era el no va más, el cauce progresista por donde transcurría el desarrollo de la nueva canción cubana y el motor impulsor que nos iba a llevar a un futuro en que la producción musical de nuestro país se vería absolutamente libre de textos pobres, superficialidad, chabacanería, debilidades ideológicas, “vulgaridad que no tiene nada que ver con la creación popular”, manipulación emocional del público y, en fin, de todo lo malo habido y por haber.

LOS RECALCITRANTES AL PODER
    No es fácil –de hecho, resulta bastante difícil- entender por qué los creadores inteligentes y tolerantes que se movían en las entrañas de aquella masa variopinta y peculiar, permitieron apenas sin oponer resistencia, que escalara hasta lo más alto del poder en el MNT un núcleo de radicales recalcitrantes que dieron rienda suelta a un corporativismo caracterizado por la animosidad contra todo lo que no fuera ellos mismos y sus circunstancias.
    Estos comisarios políticos se constituyeron en guardianes de las esencias de la canción denominada "inteligente" y en tropa de choque en la lucha para eliminar de la faz de la tierra lo que ellos consideraban intelectualmente escaso, burdo, frívolo o farandulero.
   Lo paradójico –y hasta cierto punto gracioso- es que estos ultranovatroveros, en tanto intérpretes y autores con proyección pública, eran miembros de la farándula aunque lo negaran, aunque rechazaran la palabrita y algunos de ellos vomitaran al oírla mencionar.
    En el día a día operaban como marionetas manejadas por lo peor del aparato ideológico oficialista, nido de los artífices de la censura y la persecución que cocinaron el caldo de cultivo donde germinó y se desarrolló el sombrío “Quinquenio Gris”, el único en la historia que duró más de cinco años.
    Así que, con el apoyo vaya usted a saber de quién en las alturas, una camarilla de fanáticos intolerantes se las arregló para dominar la cadena de mando de la organización nacional denominada Movimiento de la Nueva Trova, sometieron o descartaron a quienes se les enfrentaron allí, repartieron credenciales de artistas revolucionarios, aprobaron (o no) quien era apto para viajar al extranjero o adquirir un instrumento, establecieron sobre sus compañeros una verdadera dictadura del novatrovado y, lo que es peor, creyeron -o les hicieron creer- que la NT no debía ser parte de la música cubana sino toda la música cubana.

LOS COMPAÑEROS DE VIAJE
    Párrafo aparte para los compañeros de viaje de los ultras. No hay que olvidarse del papel que jugaron los que no cantaban ni componían pero abrigaban, justificaban y jaleaban. Una combativa pandilla de agitación y propaganda en la que destacaban seudoperiodistas, gacetilleros, críticos de pacotilla, aspirantes a poetas, groupies abrepiernas y guatacas. Toda una fauna de secuaces que creía firmemente que Silvio era Dios en persona y que las baladas pop eran eructos venenosos del mismísimo Lucifer.

ACLARACIÓN PERTINENTE
    Como puede parecer que destilo una mala leche desproporcionada al escribir estos comentarios, deseo aclarar que estoy siendo más bien suave. A día de hoy ya se me ha pasado la resaca y no guardo rencor contra algunos personajes de la nueva trova y su entorno –los hubo de peso, segundones y nimios- que trataron de aniquilarme con una fiereza que no me merecía.

    Simplemente quiero dejar constancia de cosas que sucedieron, de errores que se cometieron y de actitudes intrigantes que mostraron determinadas personas a veces talentosas que, en vez de aprovecharlo en perfeccionar su arte y su obra, usaron su tiempo para joder a quienes no pensaban o actuaban como ellos.

¿SECTARIO YO? ¿SECTARIO YO, NUEVA TROVA? ¿DE VERDAD?
    Quienes funcionaban como secta, los que
pusieron en marcha políticas agresivas y excluyentes, dirigidas contra todo lo que consideraron peligroso para sus intereses personales, se atrevieron a acusarme de sectario.
    No es cierto, como afirmaron algunos, que yo tuviese prejuicios contra el MNT a la hora de programar. Pongamos algunos nombres sobre la mesa:
    Amaury Pérez Vidal fue protagonista de algunas de mis producciones más destacadas. Siempre trabajar con él fue un vacilón y un aprendizaje. Pero, además, durante años fui uno de sus amigos cercanos y doy fe de algunas de las patadas que, por sus veleidades heterodoxas, le propinaron algunos jerarcas del MNT. Hace mucho tiempo que Amaury y yo tomamos caminos diferentes pero lo bailao no nos lo quita nadie y está ahí, presente en los mejores recuerdos de ambos.
    La siempre elegante Miriam Ramos, que iba a mis “Juntos a las 9” y no ponía reparos si tras ella sonaba “La pangola” de Harry Lewis.
    Carlitos Alfonso, Ele, Silvia y sus Síntesis, grandes experimentadores que fusionaron como nadie lo afrocubano con el rock más complicado.
    Manguaré con su repertorio latinoamericano y su son de altura coronado por el tres fabuloso de Pancho Amat.
    El inmenso, vilipendiado y ninguneado Mike Porcel, que nos dejó huérfanos cuando, hastiado, decidió pirarse.

    El cienfueguero Lázaro García, que coqueteaba con un tipo especial de filin.
    Virulo, humorista de tan amplio espectro que fue capaz de dirigir una compañía de music hall de éxito masivo.
    Pablo Menéndez, el siempre sólido americano, y su Mezcla.
    Ese gran trovador que fue y es Carlos Gómez.

    El cuarteto Los Dimos con Jesús "Tatica" del Valle y Daniel "Juan Primito" García.
    Los muchachos de Mayohuacán, que ponían a gozar al público de “Joven Joven”.
    Sara González, que cantaba ladrillos con textos embadurnados de teque puro y duro y después aparcaba la épica y desplegaba sabrosura sonera para unirse a Miguelito Cuní, aceptando gozosa los postulados estéticos de “Carbón, bon, bon, el carbonero, dame acá mi saco, agárrame el mandao”.
    Todos ellos pertenecían al Movimiento de la Nueva Trova y trabajaron conmigo sin problemas y sin complejos de su parte ni de la mía. Eran artistas profesionales en quienes aprecié la seriedad con que desarrollaban sus carreras, peña que aportaba calidad a mis programas y espectáculos y a la que seguía un público grande o pequeño pero en todo caso significativo.

    Les programé y les seguí programando a pesar de lo que planteo en los fragmentos que siguen.
    ¿Estuvieron ellos implicados en la conjura organizada por los talibanes y sus amos en la que se pedía mi cabeza? Por delante, todos los artistas que he citado mantenían buenas relaciones personales conmigo; por detrás, vaya usted a saber si me atacaron, me defendieron o miraron hacia otro lado. Todas las opciones fueron posibles.
    Que me disculpen si les ofendo pero yo tenía y tengo el derecho a dudar, a sospechar. Hay que tener en cuenta que vivíamos en el país de la doble moral y la suspicacia, en el que todos recelábamos de todos y aquel del que menos lo esperábamos podía "informar" sobre ti mientras, sonriente y amistoso, te daba una cariñosa palmadita en el hombro.

A LAS DOS MANOS
    Pues bien, en la década del 70, gracias sobre todo a mi labor al frente del programa “Juntos a las 9 / A la hora del cañonazo” y de los tres primeros concursos Adolfo Guzmán de Música Cubana ICRT, fui acusado de arquetipo del faranduleo, de la superfcialidad y del mucho brillo y pocas luces.

    Mi trabajo me convirtió en objetivo a batir por parte de ciertos elementos con influencia dentro del Movimiento de la Nueva Trova que pretendieron no sólo controlar el medio musical sino también nuestro show business criollo, al establecer un rígido dogma de obligatorio cumplimiento: las veladas patriótico-conmemorativas debían ser el modelo a seguir, los espectáculos y la televisión no podían salirse de los estrechos cauces de austeridad, sobriedad, pobreza visual y aburrimiento que ellos –y quienes les orientaban- habían determinado como correctos.
    Y como yo no creía en eso, conspiraron contra mí a las dos manos. No lo planteo con actitud victimista o por afán de protagonismo. Es que las ideas para la puesta en escena que yo representaba y los éxitos que obtuve aplicándolas, les producían urticaria.
    Yo era un grano que les había salido en el culo. Simplemente les estorbaba y optaron por enfilarme sus cañones. (1)

LA CORISTA DEL MEDIO
    Pero lo mío fue una minucia, una escaramuza en comparación con otros casos. Creo que el personaje público que recibió más ataques del sector extremista de la nueva trova y su entorno fue el cantante y autor Alfredo Rodríguez.

    Ídolo en un país en que los ídolos estaban prohibidos o mal vistos, Alfredito, paradigma de la canción ligera cubana, se fue ganando gracias a su perseverante trabajo, éxito tras éxito, un público mayoritario que llenaba estadios y teatros para demostrarle su cariño y pasar un buen rato con él. Tenía –y tiene- una habilidad especial para conectar con las masas que se basa en su sinceridad como artista, en creer en lo que hace.
    Durante muchísimos años mantuvimos una excelente relación de trabajo que desembocó en lo que es hoy una linda amistad en la distancia, aunque él sabe que nunca fui su fan y sospecha que algunas de sus canciones no me gustaron en absoluto. Pero el hecho de que, desde su posición de gente honesta y limpia, jamás cediera un ápice en sus presupuestos artísticos le ganó el mayor de mis respetos y la enemistad manifiesta de los sectarios del MNT que utilizaron cualquier recurso, desde la burla hasta la insidia, para multiplicarlo por cero.
    Para terminar, vacilen esta anécdota:
    Yo soy ateo total. No creo en religión alguna. Por no creer, no creo ni en la existencia de Dios. Pero cierta vez fui testigo de una situación que me hizo dudar de mis convicciones materialistas.
    Años 80. Alfredo Rodríguez iba a ofrecer un concierto en el teatro Carlos Marx. No recuerdo si fue él o su director artístico, el gran caricaturista Arístide, quien me invitó a uno de sus últimos ensayos.
    -- Llégate por allá esta tarde a ver qué te parece lo que estamos preparando.
    Cuando entré, Alfredito cantaba con su grupo y un trío de jovencitas que le hacían voces. Imaginénse apoyos melódicos del tipo uauaaaaa, estribillos como “ay, que me encapricho”, “buena persona” y cosas por el estilo, acompañadas de bailecitos y contoneos sensuales. Me senté en la platea vacía y oscura y disfruté un rato de lo que hacían. Se produjo una pausa y Alfredo se me acercó. Entre los comentarios que le hice estuvo un elogio hacia el trabajo de las coristas. Él se echó a reír y me preguntó:
    -- ¿Sabes quién es la del medio?
    -- No.
    -- Una hija de Noel Nicola.
    Como les dije, soy ateo. De los obstinados e incorregibles. Pero en aquel momento, mis ideas sobre el tema de la fe, que yo creía firmes, se tambalearon al sentirme testigo de un acto de justicia divina.


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N   O   T   A   S

(1)  Para disponer de más elementos de juicio sobre lo que planteo, les invito a leer una pieza referida al Concurso Guzmán 79 que pueden hallar pulsando el siguiente enlace:
El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN 79 (5): LOS QUE ME PUSIERON A PARIR

  Y también mis escritos sobre el Guzmán 80, qué están accesibles en estos vínculos:

El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN 80 (1): CUANDO SE JUNTARON EL HAMBRE Y LAS GANAS DE COMER 

El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN 80 (2): AHÍ LES QUEDA ESO, YO VOY ECHANDO 

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Los dos volúmenes recogen, en clave autobiográfica, sucesos, “batallitas”, semblanzas, anécdotas y reflexiones personales.
El Libro 1, “Eugenito quiere televisión”, tiene 342 páginas. 

El Libro 2, "Quietecito no va conmigo", 362 páginas.
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3 comentarios:

  1. Muy buen post yin, pero así como que nos quedamos con las ganas de oír nombres de los HP nosotros los más jóvenes.

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  2. Historias revolucionarias. Se puede hacer un buen libro

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  3. Puro oportunismo en general, algunas buenas canciones -sobre todo las de tema amoroso- y mucha gente de baja calidad humana. Esa es mi experiencia. Creo que debes sentirte orgulloso de que te consideraran un enemigo. Gracias una vez más por tus crónicas insuperables.

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