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jueves, 26 de septiembre de 2013

CUSO GUARAÑICO, A GUITARRAZOS POR LA VIDA

    El 19 de septiembre de 2013, en la página “Los guaracheros de Miami” de Facebook, apareció publicado el siguiente anuncio: 
    Estoy cocinando la versión de Los Guarañicos USA, agrupación musical al estilo de los viejos septetos típicos tradicionales, con un repertorio inédito que recoge temas actuales con sabor añejo. Necesitaré más adelante la cooperación y apoyo de los miembros de este grupo con su entusiasmo y activismo, para difundir la obra que va a salir al bate, en busca de dar un jonrón que aprecien todos los cubanazos amantes de la música cubana.
    Quizás nos vayamos tan lejos como de hacer un grupo donde la marímbula y la botija hagan la función del bajo para dar la autenticidad autóctona de las primeras agrupaciones campesinas que interpretaban el son cubano y las guarachas picarescas de tiempos de Ñañá Seré, pero que hoy, al ser refrescada con temas de estos tiempos, se logre una agrupación sui generis para el disfrute de todos.
    Estoy receptivo a un casting de treseros para formar parte de este grupo. Ya poseo trompetista y bongosero así como un cantante alternativo. La guitarra la pudiese tocar yo pero si algún guitarrista interesado me contacta para ingresar en el grupo, le cedo la plaza y yo tocaré percusión menor y cantaré para darle el espacio. El grupo debe estar entre los 7 u 8 miembros teniendo en cuenta al marimbulero y al botijero. Llamar al (786) 623-1661 Preguntar por Cuso.

    Ustedes se preguntarán ¿por qué Ginori ha reproducido en su blog la oferta que hace este señor para formar un grupo musical? ¿Quién es Cuso?

 
LA AUDICIÓN EN MAZÓN Y SAN MIGUEL
    En enero del 83 me hice cargo de “Para bailar”, el fenómeno televisivo de los 70 creado por Eduardo Cáceres Manso que los dirigentes de Televisión Cubana, con la miopía que les caracterizaba para asuntos de programación, mantenían en el aire aunque ya había cumplido y requetecumplido su ciclo vital. Con una tristona competencia de bailes como eje central y algunas variedades musicales, el programa se había convertido en una patética caricatura del gran exitazo que había sido.
    Con el espacio, heredé unos castings que se hacían los miércoles por la noche en los estudios de Mazón y San Miguel. Pensé que era una excelente oportunidad para descubrir gente nueva y de hecho lo fue.
    Un día se apareció un joven que, no sé por qué, me pareció guajiro.
El tipo era el clásico descarado cubano, simpático y locuaz. Me dijo que él había formado y dirigía un conjunto musical de aficionados que hacía humor y quería que yo les viera. Vinieron a hacer una audición. Me gustaron y decidí programarles.
    Su formación era similar a la de los grupos campesinos, de los de tierra adentro. Tenían un repertorio propio compuesto por su director, autor de letras y melodías. Eran guarachas en las que trataban aspectos de la vida cotidiana y anécdotas musicalizadas. Se habían bautizado Los Guarañicos: “guara” de guaracha y “ñico” por su referente, el célebre autor Ñico Saquito. En lo que hacían resultaba evidente la influencia de “María Cristina me quiere gobernar" o “Cuidadito, compay gallo”.


UNA CARRERA METEÓRICA
    Debutaron conmigo a lo grande el viernes 26 de marzo del 83 en el teatro Karl Marx, en un espectáculo titulado “Se soltó Papillon” en el que alternaron con un elenco de primera línea en el que estaban Eloísa Álvarez Guedes, Reinaldo Miravalles, Erdwin Fernández, Carlos Montezuma, Virulo y su Conjunto Nacional de Espectáculos al completo, Daniel García (Juan Primito), Ruiz de la Tejera, Jorge Guerra y otros. Aunque a Los Guarañicos se les veía verdes, el público les recibió bien. No desentonaron, que ya es mucho decir. Tenían mucho potencial, era algo fresco por desarrollar y le metían a las guarachas, algo que nadie (excepto Virulo, pero en otra onda) estaba haciendo. Me acuerdo del entusiasmo que por ellos mostró Miravalles.
    Al día siguiente de su debut en el KM, actuaron en el Canal 6, en la última grabación que hice de “Para bailar” que, al fin, estaba recibiendo su puntillazo final. En abril les incluí en el espectáculo de clausura de la Bienal Internacional del Humor, en San Antonio de los Baños. En junio les programé otra vez en televisión, en “Joven Joven”, donde los pepillos los recibieron muy bien. A principios de julio me atreví a llevarlos a Santiago de Cuba, a un evento que se llamó FestiHumor XXX Aniversario (se anunció como Festival Nacional de Humor), organizado por el ICRT y que se celebró en un gran escenario en el Parque Céspedes, donde actuaron junto al elenco de “San Nicolás del Peladero” y muchos otros intérpretes destacados, con libretos de Núñez Rodríguez, Carballido Rey y Évora Tamayo.
    De mi mano pero gracias a su calidad y a su repertorio, Los Guarañicos se estaban colando y su futuro inmediato era prometedor. No podían ir en otra dirección que no fuera para arriba. Pero fue visto y no visto. Un día el director me dijo que el grupo se había desintegrado, que iba a formar otro y que cuando lo tuviera listo me avisaría. Pero nunca lo hizo. Le perdí la pista. Con el tiempo, pensé que se había pirado de Cuba y hasta fui olvidando su nombre.


CUSO GUARAÑICO RIDES AGAIN
    En el mes de julio pasado, el gran humorista cubano Pepe Pelayo publicó en su web una crónica sobre la historia de su grupo La Seña del Humor de Matanzas y en ella incluyó un repaso a las figuras del género en los años 80. Cuando la leí, noté que faltaban Los Guarañicos. Le sugerí a mi social Pepe que les incluyera y él, que no les conocía, confió en mí y aceptó mi sugerencia.
    El 31 de julio, mi amigo Mario Barros, quien creó y dirigió en Cuba el grupo humorístico Lenguaviva y se había leído también el mamotreto de Pelayo, me dijo que el guarañico director había trabajado con él, que llegaron a establecer una buena amistad, que vive en Estados Unidos, se llama Jorge López y tiene una cuenta en Facebook a nombre de "Cuso El Guarachero Viboreño”.

    Le envié un mensaje y la respuesta de Cuso no se hizo esperar:
    Recuerdo con alegría todo el apoyo que usted nos brindó y las experiencias que viví gracias a su labor para con nosotros. Le comento que he seguido componiendo guarachas, canciones, sones y boleros, como que sigo dándole guitarrazos a la vida. Desde 1996 vivo en Miami. He intentado rehacer el grupo, titulándolo aquí como "Guarañico USA" pero hasta el momento no ha sido posible.
    Sepa que siempre le estaré agradecido, de por vida. Espero sigamos comunicándonos.

    Cuso es todo un personaje, campechano y luchador que, a pesar de vivir desde hace mucho en el extranjero, no ha perdido ni un gramo de su cubanía. Me hizo llegar algunos recuerdos y anécdotas de su vida personal y de la historia de Los Guarañicos. Me parecieron interesantes y reveladores de ciertas situaciones que se vivieron en Cuba, un país donde la bohemia era el nombre de una revista y los bohemios no encajaban en absoluto. Así que le pedí que ampliara el texto, con la idea de darlo a conocer en este blog. Él, amablemente, accedió y se puso a escribir.
    Si alguna cosa me precio de tener en lo relacionado con el mundo del espectáculo es olfato. Y estoy convencido de que a Cuso le aguarda aún una linda carrera por delante. El día de mañana, cuando sea famoso, los investigadores y cronistas de la música cubana que escribirán sobre él tendrán un valioso material de referencia en este relato suyo, que publico con mucho gusto a continuación. Disfrútenlo.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

PIÉRDETE, QUE ESTÁN RECOGIENDO


Barrio de El Vedado, Habana, Cuba

    En los 60, si uno estaba dispuesto a soportar el via crucis de una cola, tenía a su disposición varios sitios desperdigados por el Vedado, llamados oficialmente "unidades gastronómicas" y popularmente "matahambres".
    Entre ellos, las cafeterías de los hoteles Riviera, Nacional y Habana Libre, la del patio del Focsa, El Carmelo de 23 y el de Calzada frente al Amadeo, La Cocinita de Paseo llegando al Malecón, La Pelota de 12 y 23, la Arcada de Radiocentro (que para muchos era La Arqueada)…
    En ellos se podía comer un tentempié o una merienda. Nada del otro mundo pero habíamos entrado en los años del "algo es algo" y nos conformábamos con lo que dieran. Recuerdo los bocaditos de pan con pasta, los dulcecitos, los helados "cómetelo pronto antes de que se derrita" y aquellos refresquitos tibios hechos con colorante, al que la inderrotable chispa criolla bautizó como "meao de vieja".
                                                        Esquina de 21 y N

EL PARQUE DE MI PUEBLO EN PLENO VEDADO 
    Nacido y criado en una pequeña localidad de provincia, la esquina del capitalino hotel Capri, la de moda en el Vedado, me recordaba al parque de mi adolescencia villareña, cdonde la gente pasaba las noches conversando, cogiendo el fresco y paseando alrededor de la glorieta en la que tocaba la Banda Municipal. En definitiva, la Habana de aquella primera década revolucionaria, encerrada en sí misma y que había dejado de ser una ciudad cosmopolita, ¿qué era sino un enorme pueblo de campo?

DONDE SE LIGABA, QUE NO ERA POCA COSA
    Desde hacía tiempo, N y 21 se había ido consolidando como un punto preferido de encuentro de mucha peña, en su mayoría jóvenes que girovagaban por allí cada día y, sobre todo, cada noche.


    El núcleo central de aquel agujero negro que atraía al personal era la cafetería del Capri. En ella se comía, se bebía, se conversaba, se pasaba un buen rato entre amigos y, si se terciaba, se ligaba -que no era poca cosa-. Lo cierto es que se había colgado la medalla de sitio más in del Vedado, aunque en aquella época jamás habíamos oído hablar del calificativo in y lo usual era decir que tenía onda o caché.

    Nunca se sabe con certeza qué factores hacen que las personas se inclinen hacia una unidad gastronómica desestimando a otras. En este caso podríamos hablar de su ubicación a cien metros del epicentro de la vida nocturna que era La Rampa, de la facilidad con que se accedía directamente desde la calle N (sin que hubiera que entrar al hotel como tal), a que la espera de su cola resultaba relativamente pequeña, de la variedad de su oferta, de sus precios asequibles y de la diligencia con que atendían sus camareros. Pero, por encima de todo eso, creo que su predominio sobre los demás matahambres obedecía a la presencia frecuente en sus instalaciones de gente del faranduleo -entendido en su concepto más amplio-, lo que le aportaba un toque especial.

A VER LO QUE CAE
    Al Instituto Cubano de Radiodifusión no había llegado aún el video tape como opción generalizada así que los programas de Televisión Cubana se hacían en directo. Como a los que trabajábamos en el ICR, el Capri nos quedaba a una cuadra de los estudios del Focsa y a apenas dos de Radiocentro, se hizo costumbre que los artistas, directores, escritores y técnicos, antes o después de las transmisiones y ensayos, nos diéramos una vuelta por allí. Muchas veces no íbamos a consumir sino a disfrutar de la atmósfera, “a ver lo que hay” o “a ver lo que cae”.


CADA LOCO CON SU TEMA
    Además de la fauna televisiva, otros habituales de la cafetería y sus alrededores eran quienes trabajaban en los cabarets de la zona, pepillas en busca de autógrafos, pepìllas en busca de otras cosas, clientes del hotel, diseñadores, gente de teatro, estudiantes, homosexuales, melenudos, muchachos cuyas vestimentas y pelambreras destacaban por su originalidad y algunos ejemplares de grupúsculos considerados entonces estrafalarios –ahora les llamarían tribus-, que se movían fuera de las conductas gratas a los que dirigían el país. (1)
    Que yo recuerde, el ambiente allí era apacible, nadie molestaba a nadie, cada uno en lo suyo. Una familia “normal” de padre, madre e hijos pequeños podía ocupar una mesa junto a la de un grupo de “raritos” y todo corría sin problema alguno, sin que la presencia de unos perturbara a los otros. En definitiva, hablamos de un lugar con buen rollo para ir a pasar un rato agradable en compañía de tus semejantes.

CAMBIO DE TERCIO
    Dejemos por el momento la movida de 21 y N y su cafetería y adentrémonos en una historia que se desarrollaba al mismo tiempo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿QUIÉN ES EL ÚLTIMO?

    La cola, tan criolla como las palmas, ha sido un fenómeno sociológico característico de nuestra nación en las últimas seis décadas.
    ¿Qué cubano de las últimas generaciones no se ha preguntado qué cantidad de horas, cuántos valiosos minutos de su única e irremplazable vida malgastó haciendo filas? A pesar de vivir en España por más de dos décadas, no puedo quitarme de la cabeza esa agobiante sensación de pérdida que me dejaron para siempre, como secuela, los innumerables ratos míos tirados a la basura durante las colas que hice en cafeterías, bodegas, terminales, pizzerías, paradas de omnibus, tiendas, oficinas, talleres, etc. 
    Yo pertenecí a ese mayoritario segmento de la sociedad civil cubana llamado "población". Debido a esa situación, viví muchos años en el país de "¿Quién es el último?", en un reino de lo real no maravilloso en el que para obtener algo -hasta la más mínima cosa- uno tenía que entregar a cambio no sólo dinero, esfuerzo o papeleo burocrático sino, además, el bien más preciado de un ser humano: su tiempo.

¿PERO TÚ TE CREES QUE ESTAMOS EN EUROPA? ESTO ES CUBA, MI HERMANO


    Marcar en una cola era penetrar en un túnel de intranquilidad, caminar pasito a pasito en una procesión laica marcada por la preocupación, el agobio y la inseguridad.
    Los afortunados que habían viajado a Europa contaban que allí uno se colocaba detrás de alguien y aguardaba unos minutos, tranquilamente, a que le tocase su turno. Pero eso era allá lejos, en los países. Esto era Cuba y aquí las cosas eran diferentes.
    Lo de menos era la espera, que se hacía pesada e interminable. Lo más jodido de una cola eran sus molestos e inevitables complementos, cualquiera de los cuales podía ser el germen de una discusión que podía terminar en una salación:
        el chico que pedía turno y se iba para regresar media hora después con tres o cuatro más
        la mulatona que buscaba integrarse en un puesto delantero jurando haber marcado detrás de uno bajito con una camisa de rayas que ahora no aparecía

        los colaos con sus infinitas variantes: el agresivo, la suplicante que daba lástima, el "despistado", el social o pariente agregado a última hora, etc.
      el molote cerca de la entrada cuando el desagradable y todopoderoso portero anunciaba con voz firme: “Fíjense, voy a dejar pasar siete más y cierro por hoy
    En fin, ¿qué les voy a contar?

martes, 10 de septiembre de 2013

JUAN PADRÓN HABLA SOBRE VAMPIROS EN LA HABANA

    El pasado 5 de septiembre de 2013 publiqué en este blog mi “CARTA A JUAN PADRÓN, POR SI ACASO”, que pueden leer pulsando este vínculo:
    El día 9, el autor de “Vampiros en La Habana” me envió, como respuesta, un interesante texto que agradezco mucho y que doy a conocer aquí con su consentimiento. En él, Juan cuenta con detalle las interioridades y dificultades del proceso de creación de su magnífica obra.
    Además, Johnny Terrori tiene la gentileza de tratarme de “socio” y de “tigre”, dos de los calificativos más entrañables que se me puedan dirigir.
    Disfruten el mensaje a continuación:
 

jueves, 5 de septiembre de 2013

CARTA A JUAN PADRÓN, POR SI ACASO

                       Juan Padrón, nacido en 1947, es caricaturista, realizador de dibujos animados, 
                                            ilustrador, historietista, guionista y director de cine.

Galicia, 5 de septiembre de 2013

Sr. Juan Padrón,
La Habana,
Cuba.

Estimado Padroncito:

    Espero que al recibo de la presente, te encuentres bien en compañía de los tuyos. Por acá, vamos tirando. Mi esposa Loly Buján y yo seguimos viviendo en España, este país acogedor en el que nos plantamos hace 21 años. Ya nos hemos jubilado y estamos más tranquilos que estate quieto.

    Hace tiempo que he estado por escribirte pero por h o por b lo he ido dejando para más adelante. Creo que ha llegado la hora de que ese “más adelante” se convierta en hoy y te suelte la descarga que te tenía guardada.

    Mientras viví allá, no establecimos amistad en el sentido hondo que yo le doy a esa palabra. Fuimos condiscípulos en los 70, cuando juntos estudiábamos Historia del Arte en aquellos cursos nocturnos para trabajadores que pusieron, al fin, un diploma universitario en nuestras manos y añadieron una línea a nuestros currículums. Allí, en las aulas y pasillos de la Facultad de Artes y Letras nos conocimos, charlamos alguna que otra vez y creo que nos caímos bien mutuamente. Entonces, eso fue todo. Después, en contadas ocasiones, nos encontramos en la Cinemateca, en la UNEAC, aquí o allá y, como es natural entre conocidos, nos saludamos e intercambiamos un par de frases. Pero de ahí no pasamos.

    A lo largo de muchos años, he seguido tu carrera y he disfrutado como no te imaginas con tus personajes. Me he divertido muchísimo con tus verdugos, tus mambises, tus panchos, con tus filminutos, con ese mundo prodigioso que fuiste creando a tu alrededor, fruto de tu talento creativo y de, estoy seguro, muchas horas de insomnio y trabajo. De la saga de Elpidio, ¿qué te puedo decir que no te hayan dicho ya? Por eso, con permiso de María Silvia y Resoplez, en esta ocasión voy a centrarme en “Vampiros en La Habana”.