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domingo, 28 de julio de 2013

ASAMBLEA EN TELEVISIÓN CUBANA (Primera Parte)

PREÁMBULO NECESARIO
    Antes de todo, debo aclarar que a mediados de 1974, a mis 35 años, aunque no era ni había sido antes militante del Partido Comunista ni tenía cargo alguno en las Milicias, los CDR o el sindicato, yo era un simpatizante convencido de la revolución cubana. Aunque veía ciertos comportamientos, actitudes y cabronadas que me inspiraban rechazo porque no me cuadraba la lista (lo que pregonaba el periódico) con el billete (lo que hacían los que mandaban), todavía estaba en esa etapa en que uno quería pensar que todo lo negativo se debía a que una casta de aprovechados, burócratas y mediocres se había sabido aprovechar de la revolución en su beneficio. Esa etapa en que pensaba que la deriva evidente por la que transitaba el proceso, se podía revertir.

    Yo entonces creía en la revolución. En su posibilidad de regeneración, en sus principios humanistas, en sus objetivos de justicia para todos, en un sistema socialista en el que las personas tuvieran garantizados la sanidad, la educación, la vivienda, el trabajo, la seguridad social y las oportunidades de desarrollar sus capacidades y aptitudes hasta el máximo posible.
    Esta premisa, “creo en la revolución y en que se puede salvar”, válida para mí en aquel tiempo, resulta fundamental para situar en su contexto lo que leerán a continuación.

UNB PITCHER EXPLOTA Y ENTRA OTRO COMO RELEVO
    Era 1974. Después de varios años, me parece que fueron siete, de “gobierno” de Jorge “Papito” Serguera (1) y sus compañeros de aventuras, al fin había llegado un nuevo presidente a hacerse cargo del Instituto Cubano de Radiodifusión (2).

    Se llamaba Nivaldo Herrera y se corrió por los pasillos que venía, enviado por las más altas instancias del partido, a poner orden y a encarrilar las cosas –que andaban bastante desviadas- en nuestro organismo.
    A mí me causó buena impresión cuando le vi y oí por primera vez, por las cosas que dijo en un discurso que nos disparó a la masa, en el que habló del importante papel que la radio y la televisión debían desempeñar en la nueva sociedad que se estaba construyendo, por sus llamados a colaborar y a discutir abiertamente los problemas y por su promesa de establecer una nueva forma de relación entre dirigentes y dirigidos.  
    El ICR ardía de expectación por saber por dónde irían los tiros, cuáles serían las reformas, qué lanzamientos traía en su repertorio el nuevo pitcher que nos habían mandado desde arriba para relevar al que había explotado.


ASAMBLEA EN TELEVISIÓN CUBANA (Segunda Parte)

Esta entrada es la continuación de ASAMBLEA EN TELEVISIÓN CUBANA (Primera Parte), que se puede leer pulsando el siguiente vínculo:
El blog de Pedraza Ginori - Asamblea En Televisión Cubana (1ª Parte)


ORIENTE ES OTRO MUNDO Y SI ME APURAN, OTRO PLANETA

    En julio del año pasado, tuve la oportunidad de trabajar en la televisión de Oriente, durante la conmemoración del XX Aniversario del Moncada. Allí estuve en contacto directo y frecuente con los compañeros dirigentes de Tele Rebelde.
    Los directores que fuimos desde La Habana, que no conocíamos el sistema de trabajo de allá, nos quedamos asombrados. El director general de la emisora, el jefe de programación, los jefes de bloques, el jefe técnico, todos asisten a los programas. Y asisten a los ensayos. Y es posible verlos en los montajes, cuando se trata de controles remotos.
    Y no estoy hablando de situaciones especiales con motivo del 26 de julio. Hablo de programación normal –nosotros llegamos allí con varias semanas de antelación al 26-. Y les preguntábamos a los directores de programas de allá:
    -- ¿Es siempre así?

    Y nos contestaban:
    -- Eso aquí es lo normal. Aquí los jefes realizan sus tareas de organización y, además, están siempre en los detalles de ensayos y transmisiones.
    Y recuerdo que vi al compañero Palacios y a Julio García y a Moltó y a Osuna y a Enrique Bonne en las transmisiones más diversas. En el boxeo desde el Guillermón Moncada y en la Revista del Sábado y en el ensayo de Teatro del Domingo… Y una noche fui a la transmisión de uno de los espectáculos del carnaval y allí estaban los dirigentes, junto al camión de remoto.

    Y cuando se transmitió un programa desde el Museo de la Academia de Ciencias –un programa bastante sencillo, por cierto- era una noche de domingo y Santiago ya estaba en carnaval. Y allí encontré, sentado en un rinconcito, al compañero Palacios, que era el director general de la televisión oriental. Y le pregunté:
    -- ¿Qué tú haces aquí? Hoy es domingo por la noche y hay carnaval. ¿Por qué no estás con tu familia, descansando o disfrutando?
    Y me respondió, sonriendo:
    -- Mira, Ginori, yo estoy aquí por si acaso.
    Pregúntenle a Abel Ponce que estuvo allí conmigo, a cualquiera que haya trabajado en Tele Rebelde, con qué entusiasmo, con qué compenetración se labora allá. Con equipos en mal estado, con un solo estudio, con un calor tremendo, sin aire acondicionado, haciendo programas en el patiecito… Y así llevan, sacando de donde no hay, seis años sin decaer.
    La experiencia de Tele Rebelde me aclaró muchas cosas. Y me hizo comparar.

PRIMERO UNA HISTORIA INVENTADA

    Ahora, pasando a La Habana, permítanme echar mano de la ironía y hacer una abstracción. Voy a inventarme una historia, que puede tener alguna exageración, pero que puede ejemplificar cierto tipo de “mecánica” que hemos padecido.

    Supongamos que yo sea el funcionario de programación Fulano –personaje en que he reunido elementos diversos-, y que por equis motivos, tenga en mi departamento la necesidad de sacar un programa nuevo o especial. Tengo encima de mi mesa el proyecto y, en el mejor de los casos, un libreto que ya he revisado. Llamo a uno de mis directores y le digo:
    -- Mira, compañero, hace falta que te hagas cargo de este programita porque confiamos en ti, porque tú eres el único que lo puede hacer, por esta vida y por esta otra.
    Una vez que él acepta dirigir aquello, le doy cierta cantidad de orientaciones generales:
    -- Ten cuidado con esto, vigila esto otro, mira a ver si puedes conseguir a Zutanita para que lo presente… 

    Terminada esa entrevista, el asunto –muchas veces, el problema- ya no es mío, es del director. Yo, que soy el funcionario, que en el papel debo tener cierto poder de gestión con mis colegas responsables de departamentos, me quedo en mi oficina.
    Y allá él, que se las arregle como pueda en toda esa maraña burocrática de pedidos, formalidades, prohibiciones… Allá él, metido en el laberinto de Escenografía, Vestuario, Talento, Filmaciones, Facilidades, Video tape, Horarios, etc. Le dejo que suba escaleras y que baje escaleras. Ah, y si hay que tratar con otros organismos o ministerios, le abandono a su suerte, quien tiene que poner la cara por el ICR es él.
    No me interesa que él no tenga el más mínimo poder de decisión, que no pueda pedir un transporte a la piquera, que se le caiga una cámara en ese eterno bache del estudio que nadie arregla o que se le vaya el audio en el aire. Yo no tengo nada que ver con micrófonos que no aparecen ni con camarógrafos que no le oyen porque los audífonos están malos.
    Allá él. Si no le escuchan los cámaras y el coordinador, que haga señales de humo. Si no tiene una silla decente donde sentarse en la cabina, no importa, que ponche de pie.
    Allá él. Yo estoy bastante ocupado con lo que me han pedido de arriba: los planes a largo plazo, las estadísticas, etc. En definitiva, si es director pues que dirija. Yo soy funcionario y funciono.

miércoles, 24 de julio de 2013

¡QUÉ PISTA! ¡QUÉ REVISTA! ¡QUÉ ENTREVISTA!

    El 3 de abril de 1983 salió al aire, por el Canal 6 de TV Cubana, Joven Joven. En pocas semanas, el programa se convirtió en uno de los más vistos y, con el tiempo, en un fenómeno social de esos que puede –y debe- generar la televisión.
    En junio, ante el alboroto juvenil que se estaba formando en toda la isla cada domingo a las 12 del día, la popular revista Opina olió que allí había noticia y decidió publicar una extensa entrevista conmigo, que apareció en su número de julio del 83. El encargado de hacerla fue el periodista Fernando Miguel. Ambos nos conocíamos desde hacía muchos años, cuando comenzábamos en nuestras respectivas profesiones. Tuvimos una larguísima conversación en la que hablé no sólo de JJ sino, además, de la tele, de mis orígenes, de mi estilo de trabajo, de mis concepciones, en fin… No se grabó, él fue tomando notas y después, de ellas, extrajo lo que consideró más interesante para los lectores.
    Como en todas las veces que alguien transcribió mis palabras y las publicó, yo quedé decepcionado. Algunas cosas no se ubicaron en el contexto en que las dije, hubo ideas incompletas, se podía inferir cierta desconsideración por mi parte hacia compañeros a los que yo respetaba, en ciertos momentos aparecí como un gurú arrogante dictando lo que se debía hacer y lo que no, en fin, que sin llegar a enfadarme, no me gustó nada como salió aquello.
    Tras haber realizado una tonga de entrevistas en mis años como colaborador de la revista Cuba Internacional, yo sabía perfectamente los peligros que conlleva trasladar a un papel las palabras y opiniones de otros, sobre todo cuando no existe una grabación a la que echar mano para resolver dudas. Por ello no culpé a mi amigo Fernando; de hecho nunca le hablé de mi reacción. Tampoco era como para ponerse pesado con alguien que –estoy seguro- había actuado de buena fe.  

    Hoy, tres décadas después, he revisado aquella entrevista y, aunque mantengo lo que pensé de ella en 1983, he decidido incluirla aquí ya que considero que, en líneas generales y dejando a un lado el tiquitiqui de si me gustó o no, reflejó mis conceptos y puntos de vista de aquel momento, sobre todo en lo referente a la forma de funcionar de algunos dirigentes de la TV Cubana de entonces.     

    Y ahora, permítanme una dedicatoria al estilo de los premiados en los Oscar, los Globos de Oro, los Emmy, los Tony, etc.
    Señoras y señores, ladies and gentlemen: 

    Esta entrada de mi blog, se la quiero dedicar a Fernando Miguel, al fotógrafo Kuko Progresito, al jefe de diseño (y mi hermano) Arístide, a Beatriz, a Balari, a Armando y a los demás compañeros de Opina, que tan bien se portaron siempre conmigo, acogiéndome en su redacción del Focsa como uno más de ellos y haciéndome feliz al darme la oportunidad de dirigir los espectáculos de entrega de sus Girasoles. Gracias, amigos, donde quiera que estén. 

domingo, 21 de julio de 2013

TEATRO MUSICAL DE LA HABANA (2): CONJUNTO NACIONAL DE ENTRETENIMIENTO

     A finales de 1962 o principios del 63, una revista cubana (probablemente Verde Olivo o Bohemia) le dedicó varias páginas a un reportaje sobre el grupo teatral que por entonces Alfonso Arau estaba preparando en las instalaciones del antiguo Convento de Santa Clara, en La Habana Vieja.
    En aquel tiempo dicho colectivo tenía como nombre el de Conjunto Nacional de Entretenimiento. Posteriormente, debido a su vinculación con el coliseo de Consulado y Virtudes, pasó a llamarse Grupo del Teatro Musical de La Habana. (1)
Éste es el reportaje:




















































Arau rodeado por algunos de sus colaboradores en el Conjunto Nacional de Entretenimiento.
De izquierda a derecha > SENTADOS: Jorge Berroa, pianista y compositor / Rodolfo Valencia, director teatral y profesor de actuación / Waldeen de Valencia, coreógrafa y profesora de danza / Alfonso Arau, actor, comediante y director del grupo / Fred Smith, compositor y profesor de música / DE PIE: José Luis Posada, caricaturista, escenógrafo y profesor de apreciación del arte / Eugenio A. Pedraza Ginori, asistente de dirección / Lourdes Domínguez, administradora y productora.

























sábado, 20 de julio de 2013

TEATRO MUSICAL DE LA HABANA (1): EN EL CONVENTO

    Como ya he contado en la entrada titulada “Traicionando a Celestino”, que se puede leer pulsando el siguiente vínculo:
transcurrían los primeros meses de 1962 cuando Alfonso Arau logró, a base de prometerme un futuro luminoso (1) como director teatral y una subida de salario inmediata, que yo abandonara Radio Progreso y me fuese a ocupar la plaza de asistente de dirección del grupo que él estaba formando: el Teatro Musical de La Habana.
    El Consejo Nacional de Cultura le había dado luz verde a Arau, un actor, comediante y director mexicano simpatizante de la revolución cubana, para que hiciera realidad su proyecto de establecer en La Habana un conjunto artístico estable dedicado a fomentar y representar todas las variantes del teatro musical.

UNA ESQUINA MUY TEATRAL
    Para ello, le cedió un teatro destartalado, el de Consulado y Virtudes. En las décadas del 40 y 50 funcionó allí el cine Alkazar, que ofrecía no sólo películas sino también shows de variedades musicales (2).
    En esa misma esquina del centro de la ciudad, había estado el mítico Alhambra desde 1890 hasta 1935, cuando el derrumbe de su pórtico puso punto final a uno de los grandes hitos del género vernáculo cubano. 
 

lunes, 8 de julio de 2013

ANECDOTARIO (2): MANOLO CASTRO, ÑICO ROJAS Y UNO AHÍ

    Esta segunda entrega de la sección "Anecdotario" va de músicos. Comenzaremos con una muestra del humor socarrón del director Manolo Castro, después recrearemos el particular universo del guitarrista y compositor Ñico Rojas y finalizaremos con un chispazo de crítica política de un instrumentista que prefiere conservar su anonimato.
 manolo   castro
MORAIMA Y SU ALIVIO
    Antes de que se hicieran conocidos los actuales, los hermanos Castro más famosos en Cuba eran los que daban nombre a una sobresaliente jazz band nacida en 1929 y que durante más de treinta años desarrolló una exitosa carrera en la música popular cubana: la Orquesta Hnos. Castro.
De izq. a derecha: Antonio, Manolo, Juanito y Andrés
    Los fundadores fueron Manolo (saxofón, clarinete, director), Juanito (piano) y Antonio (trombón). En cuanto tuvo edad suficiente, a ellos tres se sumó Andrés, nacido en 1921, uno de los trompetas más sólidos de la escena musical criolla y padre de Andresito, otro magnífico trompetista.

    Aunque continuó siendo dirigida por Manolo Castro, a principios de la década del sesenta la banda dejó de existir como entidad independiente y se convirtió en la orquesta titular de la Onda de la Alegría (1). Allí se encargaba de acompañar a los cantantes que participaban en los programas musicales que la emisora transmitía en directo. Uno de ellos era “Variedades Radio Progreso”, que yo dirigía.
    Una tarde, la inolvidable Moraima Secada se disponía a ensayar los números que cantaría por la noche. Estaba entregando las particellas a los músicos cuando Manolo le tiró un vistazo a la partitura y le preguntó:  
  -- Moraima, ¿de qué trata esta canción?
  -- Bueno, es de amor –respondió la Mora, que estaba a varios pasos de distancia.
    Y él, volviéndose hacia mí, me susurró sonriendo con mirada pícara:
    -- Menos mal. Como se titula “Alivio”, yo pensé que hablaba sobre la masturbación.