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sábado, 29 de junio de 2013

TELEVISIÓN CUBANA: LA GUAGUA, DE CERQUITA Y ALGO MÁS

MIS FICHAS
    Durante mucho tiempo, casi desde que comencé a escribir y dirigir programas en Televisión Cubana, tuve la costumbre de anotar en fichas, datos de los programas que iba haciendo. Me impuse esa tarea como entretenimiento, pensando en que algún día, cuando fuese viejo, me sentaría a repasarlas y así daría mayor precisión a mis recuerdos.
    Años más tarde, tras un proceso de evaluaciones al personal que estableció las distintas categorías de cada puesto de trabajo, se implantó en el Instituto Cubano de Radio y Televisión un sistema de control económico que estableció las tarifas que condicionaban el pago a los directores teniendo en cuenta la categoría del programa y la evaluación de quien lo realizaba. (1)
    Se fijó un tope de salario (el 150%) en el mes para cada director. Lo que uno trabajaba por encima de dicho porcentaje, no lo cobraba.
    Mi hábito de apuntar lo que hacía, dejó entonces de ser sólo un pasatiempo para convertirse en una necesidad, ya que no siempre los reportes de programas que manejaba la administración coincidían con los míos. Alguna que otra vez tuve que reclamar y para hacerlo mis apuntes resultaban una ayuda fundamental.
    El contenido de mis fichas le otorga un valor documental a las entradas que estoy publicando sobre mis 30 años en nuestra tele. Ese material evita que todo se apoye en la memoria que, muchas veces, tiene lagunas significativas y nos puede jugar malas pasadas.
    Así que, basándome en esa conjunción de datos contrastados y recuerdos, continuo hoy con la serie "Mis programas de televisión". En esta nueva entrega, la tercera, les contaré sobre "La guagua" (1985), "De cerquita" (1986) y "Y algo más" (1984-86). 

jueves, 20 de junio de 2013

UN INTRUSO EN LA EGREM

    La siguiente crónica es la última de una trilogía sobre mi relación con la EGREM. La primera fue “EMILIO QUESADA, UN AMIGO DE OTRO MUNDO”, publicada en este blog el 15 de junio de 2013 y que recomiendo haber leído antes de comenzar con el presente texto. La encontrarán pulsando en este vínculo:

    La segunda se llama “EN PLENA SOLEDAD, ESCONDIDOS Y DESNUDOS”, se publicó el 18 de junio de 2013 y la pueden leer si pulsan aquí:

    En la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) yo siempre me sentí como un intruso. Aunque el trato que recibí de los empleados de la casa fue correcto, tuve la impresión de que para ellos fui un colaborador no integrado, un advenedizo de los que trajo Emilio Quesada durante su etapa como director. Por mi parte, no realicé muchos esfuerzos para que cambiara esa situación. Es que el que me consideraran un forastero tenía sus ventajas. La principal: entraba, hacía mi trabajo y me iba.

AGUACATES PA SUAVIZAR
    El mundillo que se movía alrededor de la única empresa discográfica del país tenía sus peculiaridades. Estaba el autor que me daba la lata para que incluyera su canción en mi próxima producción. Un cantante, enterado de que yo era enfermo al aguacate, quiso “suavizarme” para que le produjera un disco regalándome una bolsa de esos deliciosos frutos. Un percusionista de estudio, para cobrar más -se pagaba por cada instrumento que se tocara-, intentó convencerme de lo bien que le vendría a un cha cha cha darle un soplo brasileño, añadiéndole en tercer plano el sonido de un pandeiro. 
    Pero, picaresca aparte, la EGREM me dio la impagable oportunidad de conocer –y en algunos casos trabajar con ellos- a un grupo de magníficos profesionales de la grabación y edición, entre los que se contaban el polaco Jerzy Belc, Ramón Alom, Tony López y Eusebio Domínguez.   

DISCOS Y DETALLES
    A continuación les contaré detalles y anécdotas de los discos que, en 1981 y 1982, produje con Mirta Medina, María Elena Pena, Los Ramblers de Nicaragua, Grupo Proyecto y Flora Mazorra.


martes, 18 de junio de 2013

EN PLENA SOLEDAD, ESCONDIDOS Y DESNUDOS

    Esta crónica es la segunda de una trilogía sobre mi relación con la EGREM. La primera fue “EMILIO QUESADA, UN AMIGO DE OTRO MUNDO”, publicada en este blog el 15 de junio de 2013 y que recomiendo haber leído antes de comenzar con el presente texto. La encontrarán pulsando en este vínculo:

EL PRIMER PROYECTO
    El de grabarle un disco a Soledad Delgado (1) fue el primer proyecto que le presenté a Emilio Quesada en la EGREM. Él ya la conocía y enseguida me lo aprobó, con la mirada puesta en penetrar en América Latina, uno de sus objetivos al frente de la empresa. Soledad tenía muchas posibilidades de gustar en países de habla hispana, así que por ahí tiramos.
    Se habían hecho algunos contactos con distribuidores de México y a ellos les interesaba promover nuevas voces nuestras que abordaran el bolero y la canción romántica. Pero querían que sonaran “cubano”, adjetivo de su vocabulario que podía traducirse por “moderno pero tirando bastante a tradicional”. Habían oído el material reciente del que disponían en la EGREM y no les agradó. (2) Se quejaban de que en Cuba se estaba grabando un pop que ellos tenían de sobra en su país y hecho, además, por cantantes superconocidos allá.

sábado, 15 de junio de 2013

EMILIO QUESADA, UN AMIGO DE OTRO MUNDO


UN HOMBRE ESPECIAL
    Se llamaba Emilio Quesada Rey y era un hombre especial. Por los cuentos que hacía, se podía deducir que en el pasado capitalista cubano había sido alguien importante. Decía ser graduado de ingeniería y que entre los múltiples proyectos en los que participó antes de 1959 estuvo la estructura del edificio Focsa, el más alto de nuestro país. Y que después del triunfo de los rebeldes había ocupado diversas altas responsabilidades, algunas de ellas bajo las órdenes directas del primer secretario del comité central del partido comunista de cuba, presidente de los consejos de estado y de ministros y comandante en jefe. 
    Se refería a menudo a sus numerosos viajes y estancias en el extranjero como servidor de la revolución. Oyéndole hablar –ambas cosas le encantaban: hablar y que le oyeran- uno se convencía de que Londres, París y Madrid eran pan comido para él y de que, si de gastronomía se trataba, ninguna ciudad podía superar en variedad a la oferta de Tokio.