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sábado, 27 de abril de 2013

TRAICIONANDO A CELESTINO

   La siguiente crónica es la continuación de una pieza publicada en este blog el 19 de abril de 2013 y que recomiendo haber leído antes de comenzar con el presente texto. Éste es su enlace:

   Radio Progreso Cadena Nacional era un excelente sitio para trabajar. La gente me recibió bien. Enseguida me hice amigo de todo el mundo. Acumulaba experiencias y, encima, mi sueldo ahora era significativamente mayor. No tenía motivo para quejarme. Excepto el que me dieron el actor Carlos Montezuma y un grupito de supuestos jodedores nucleados bajo su sombra y dirigidos por él quienes, en una madrugada en que yo dormía en un banco del oscuro pasillo de la planta baja, esperando el momento de incorporarme a mi turno de vigilancia miliciana, me escacharon un cake en la cara y salieron corriendo para que yo no les identificara.
   Bastante molesto, me lavé, me presenté ante el jefe de unidad de aquella noche y le dije que si no castigaban inmediatamente aquella “gracia” yo dejaría de hacer guardias (1). El supuesto compañero dijo un par de tonterías mientras disimulaba una sonrisa cómplice que demostraba que estaba en el ajo. Por tanto, a continuación salí pitando hacia mi casa.
   Agarré tal cabreo por el incidente que no me presenté en la guarnición de las milicias durante un mes, hasta que por voluntad propia decidí reincorporarme a mis guardias. Además, al no recibir disculpas suyas, rompí para siempre todo tipo de relación personal con el sangrón Montezuma.
    A mí nunca me han gustado las bromas pesadas. La gente que las hace demuestra inmadurez, estupidez y un bastante torpe sentido del humor. Alguien que somete a burla y humillación a una persona para provocar risa, no es un gracioso. Es un hijoeputa con problemas sicológicos que se disfraza de gracioso. 

viernes, 19 de abril de 2013

VENGO A VER AL DIRECTOR DE RADIO PROGRESO

   El 31 de diciembre de 1960 era sábado y yo no tenía que ir a la agencia de publicidad Mercados y Propaganda S.A., mi centro de trabajo. Teresa Besil, la dueña de la casa de huéspedes de Infanta y 25 –en los altos del cabaret Las Vegas- donde yo vivía, me despertó a eso de las 8 de la mañana, alertándome de que algo estaba pasando. Los otros muchachones de la casa, incluyendo a sus dos hijos Ñiquito y Rubén, se habían marchado temprano para presentarse en sus unidades de milicias, a las que habían sido convocados. Teresa me enseñó la primera plana del periódico Revolución con un titular preocupante que gritaba que se había decretado el “Estado de Alarma Combativa para toda la Nación”. Cuba estaba en pie de guerra.
   Al llegar la siguiente noche, ya llevaba horas uniformado de miliciano, integrado a mi batallón de las Milicias Nacionales Revolucionarias. Recibí al nuevo año 61 no con uvas, música y alegría sino con una metralleta checa de aquellas de gatillo alegre en las manos, pasando tremendo frío, a ratos durmiendo a la intemperie y sobre el suelo de los aledaños de la Fortaleza de la Cabaña y a ratos marchando con mi pelotón de aquí para allá sin ningún sentido aparente excepto el de mantenernos en vilo.

viernes, 12 de abril de 2013

CÓMO PASAR UN BUEN RATO CON CARLOS MARX

    Sin abandonar mi responsabilidad como director y guionista de programas en Televisión Cubana, yo había trabajado puntualmente en el gran escenario –el de mayor amplitud de del paìs- del teatro Karl Marx antes de 1981. Por ejemplo: había montado allí, como director artístico, los espectáculos de los Concursos Adolfo Guzmán de Música Cubana durante sus tres primeras ediciones: 1978, 79 y 80, cuyas transmisiones para televisión estuvieron dirigidas por Loly Buján.
    También en 1979, del Ministerio de Cultura me llamaron para que me hiciera cargo de la dirección escénica del Encuentro Cuba-USA (Havana Jam), una especie de gran mano a mano musical entre artistas de primera línea de ambos países, que se celebró allí del 2 al 4 de marzo de ese año y en el que tuve dos responsabilidades: dirigir a la representación cubana y garantizar a la parte estadounidense que todo funcionara perfectamente en el escenario durante sus ensayos y actuaciones. (1)

miércoles, 3 de abril de 2013

MÍA LA FELICIDAD, CAPÍTULO 2: MEME SOLÍS

    Ela Calvo cantaba mi balada “Mía la felicidad” -en ocasiones hasta dos veces diarias- en las tandas que hacía cada noche en "El Patio", un acogedor bar situado en la planta baja del Hotel Habana Libre, junto al vestíbulo. El local se llenaba a diario, había buen ambiente y se pasaba un rato muy agradable en él. Allí “la Calviño”, como le llamaban algunos amigos a Ela, alternaba con el Cuarteto de Meme Solís, compuesto entonces por Farah María, Miguel Ángel Piña, Raúl Acosta (1) y el propio Meme.